Exponiendo esta cultura con las palabras de muchas personas.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Convivencia

Por Yael Barcesat en TuVerde.com
La convivencia con el mentor, esa persona que inspira nuestros actos, es el estímulo más fuerte para el autoestudio. Denominamos autoestudio a la capacidad de observarse como un espectador externo, de desarrollar cierta objetividad en la percepción de cómo uno es, para poder elegir qué elementos potenciar y cuáles atenuar.
La proximidad de un ejemplo permite contrastar cualidades, aprender de la observación e identificación con aquel que representa un modelo y afilar la mirada crítica sobre el propio comportamiento, lo que no deja de ser una excelente herramienta para la evolución.
Este fenómeno, no obstante, es juzgado con recelo por quien observa desde afuera; esto se debe a que, a lo largo de la historia, en incontables oportunidades, la convivencia con el líder de un movimiento o con el orientador de más experiencia de determinada corriente derivó en fanatismo y anulación de la opinión propia.
Esa particularidad del ser humano que lo conduce a la sumisión y a la comodidad de dejarse llevar fue identificada por Kant y combatida con el siguiente imperativo: Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio. Lo interesante de esa frase es que actúa como una vacuna tanto para los que tienen la polaridad de conducir, instándolos a no aprovecharse, como para aquellos que tienden a dejarse llevar, motivándolos a no apoyarse en el poder o la autoridad de otro.
Y hablando de frases que vacunan, ahí va el primer axioma del Método DeRose, verdadero bastión del libre pensar: no crea. Si se hace buen uso, el reflejo de no dejarse persuadir por la experiencia o las palabras ajenas funciona como un filtro del bombardeo de datos que recibimos constantemente. Experimentar para elegir.

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