Exponiendo esta cultura con las palabras de muchas personas.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Realizar sin renunciar a la calidad de vida.

publicado originalmente en www.derosebelgrano.com.ar


Síndrome del reflejo de inercia residual

Desarrollar un ritmo de vida dinámico y ágil parece antagónico al bienestar y la calidad de vida si se lo encara desde la perspectiva más común de nuestra sociedad: estudiar para conseguir un buen empleo; trabajar por el dinero y con el dinero pagar por confort. Mantenemos viejos paradigmas, viejas costumbres y normas sociales no porque las consideremos correctas y válidas sino simplemente porque ya estaban ahí cuando llegamos.
Para ilustrar este síndrome el escritor DeRose expone en uno de sus textos un experimento que realizaron un grupo de investigadores. Colocaron cinco monos en una jaula en la que había también una escalera que les permitiría alcanzar un racimo de bananas.
Cada vez que un mono se subía a la escalera para buscar una banana, los investigadores tiraban agua fría sobre los otros cuatro monos. Al repetirse esto algunas veces, pronto los monos comprendieron el mecanismo y comenzaron a agredir a cualquiera que intentara subir la escalera.
Los científicos comenzaron a sustituir los chimpancés uno por uno. Cuando el recién llegado intentaba subir la escalera, los demás lo agredían inmediatamente. Incluso una vez que todos los simios fueron reemplazados y ya ninguno de los presentes había sido mojado con agua fría, todos continuaban atacando a quien subiera por la escalera. El problema ya no existía, pero prevalecía el reflejo.
De la misma manera las personas solemos repetir patrones, hábitos, costumbres, códigos y normas que constituyen nuestra cultura pero que no necesariamente son la opción más inteligente para nuestros intereses.

El contexto indicado

Existen en la sociedad decenas de subculturas. Se trata de diferentes combinaciones de hábitos y códigos, diferentes perspectivas ante la vida. Subculturas que giran en torno a estilos musicales, deportes, filosofías, regiones , instituciones, etc.
Nosotros nos dedicamos a transmitir la cultura del Método DeRose. Se trata de una suma de costumbres, códigos, prácticas, normas y maneras de ser, que tiene la propuesta de conducir al individuo a un estado de conciencia expandida, de megalucidez. A través de técnicas y conceptos logra, entre otras cosas, mejorar el funcionamiento del organismo, perfeccionar la capacidad de atención, aumentar las capacidades intelectuales y tornar más fuerte y estable la emocionalidad. Se trata del contexto perfecto para lograr unir aquello que parecía antagónico: la agilidad con el bienestar.
Esta cultura está divulgada por el mundo entero. Existen escuelas especializadas en su transmisión en Brasil, Argentina, Chile, Estados Unidos, Portugal, Inglaterra, España, Francia e Italia. Entre sus practicantes alrededor del mundo se encuentran muchos casos de personas que mantienen un ritmo de realización aceleradísimo, generando y concretando constantemente planes y proyectos. El principal ejemplo, y sistematizador de este método, es el propio DeRose.

Afilar el hacha

publicado originalmente en www.derosebelgrano.com.ar

El ritmo de la sociedad puede ser desgastante, es cierto. Y tenemos una determinada cantidad de energía disponible para invertir.

El Método DeRose provee técnicas sistematizadas en el siglo pasado por DeRose pero existentes desde hace más de 5000 años. Técnicas de reeducación respiratoria, purificación orgánica, reeducación corporal, descontracción neurológica y muscular, desarrollo de mayor conciencia emocional, concentración y meditación, entre otras. Son todas herramientas concretas que pueden (y deberían) ser incorporadas a nuestra vida diaria como hábitos y no sólo aplicarse en la sala de clase.

Realizar esta práctica en forma cotidiana ayuda a mantener la vitalidad y el nivel de energía necesarios para lograr mayor conciencia y lucidez. Pero las técnicas son herramientas que sólo funcionarán si son efectivamente utilizadas. Nuestra Cultura gira en torno a su práctica, a sus técnicas. Son éstas las que dan solidez y consistencia a toda la propuesta, y la tornan viable.

Con el entusiasmo y la energía provistos por el entrenamiento sistemático y la incorporación de estos hábitos, uno comienza a sumar actividades y responsabilidades a su agenda. Aun así, siempre debemos evitar desplazar nuestra rutina de práctica por el peso de esas nuevas responsabilidades. Sin el apoyo de las técnicas, mantener ese ritmo adquirido probablemente comenzará a ser agotador. Es la práctica la que nos brinda la energía que luego invertimos en nuestra cotidianidad.

Esa energía que se ha incrementado expande nuestra conciencia e incluso amplía nuestro tiempo. Si descuidamos la práctica, nuestra calidad y cantidad energética bajarán, la conciencia se contraerá y así también lo harán nuestro tiempo y capacidad de realización.


Por eso es indispensable desarrollar la costumbre e instalar el hábito de practicar cotidianamente. Practicar por la mañana es ideal y es lo que recomienda DeRose en sus libros. De no ser posible por la mañana, busquemos un momento cómodo durante el día. Si no encontramos el momento, entonces habrá que detenerse a reestablecer nuestras prioridades.

Consideremos el caso de un leñador que sólo dispone de unas horas para talar un gran árbol. Si él simplemente comienza de inmediato con la labor automática de talar, pasarán las horas y el árbol continuará en pie. En cambio, si dedica las primeras horas a afilar su hacha, las últimas horas serán suficientes para derribar el tronco. De la misma manera, debemos dedicar un momento diario a perfeccionar nuestra maquinaria.

Recordemos que, para incorporar hábitos, es clave la disciplina. No desde la represión, sino desde la reeducación y la autosuperación, y realizando los cambios a través del placer. Buscando en esos nuevos hábitos que queremos incorporar el placer del acto en sí mismo. Priorizando establecer el condicionamiento primero, para luego intensificar y perfeccionar el hábito.


Es impresionante observar los resultados logrados por aquellas personas que perseveran en la práctica y la incorporan auténticamente como un hábito, como parte de su rutina diaria. No porque sepan que les conviene, sino simplemente porque disfrutan de hacerlo.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Convivencia

Por Yael Barcesat en TuVerde.com
La convivencia con el mentor, esa persona que inspira nuestros actos, es el estímulo más fuerte para el autoestudio. Denominamos autoestudio a la capacidad de observarse como un espectador externo, de desarrollar cierta objetividad en la percepción de cómo uno es, para poder elegir qué elementos potenciar y cuáles atenuar.
La proximidad de un ejemplo permite contrastar cualidades, aprender de la observación e identificación con aquel que representa un modelo y afilar la mirada crítica sobre el propio comportamiento, lo que no deja de ser una excelente herramienta para la evolución.
Este fenómeno, no obstante, es juzgado con recelo por quien observa desde afuera; esto se debe a que, a lo largo de la historia, en incontables oportunidades, la convivencia con el líder de un movimiento o con el orientador de más experiencia de determinada corriente derivó en fanatismo y anulación de la opinión propia.
Esa particularidad del ser humano que lo conduce a la sumisión y a la comodidad de dejarse llevar fue identificada por Kant y combatida con el siguiente imperativo: Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio. Lo interesante de esa frase es que actúa como una vacuna tanto para los que tienen la polaridad de conducir, instándolos a no aprovecharse, como para aquellos que tienden a dejarse llevar, motivándolos a no apoyarse en el poder o la autoridad de otro.
Y hablando de frases que vacunan, ahí va el primer axioma del Método DeRose, verdadero bastión del libre pensar: no crea. Si se hace buen uso, el reflejo de no dejarse persuadir por la experiencia o las palabras ajenas funciona como un filtro del bombardeo de datos que recibimos constantemente. Experimentar para elegir.

jueves, 16 de diciembre de 2010