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miércoles, 9 de marzo de 2011

Afilar el hacha

publicado originalmente en www.derosebelgrano.com.ar

El ritmo de la sociedad puede ser desgastante, es cierto. Y tenemos una determinada cantidad de energía disponible para invertir.

El Método DeRose provee técnicas sistematizadas en el siglo pasado por DeRose pero existentes desde hace más de 5000 años. Técnicas de reeducación respiratoria, purificación orgánica, reeducación corporal, descontracción neurológica y muscular, desarrollo de mayor conciencia emocional, concentración y meditación, entre otras. Son todas herramientas concretas que pueden (y deberían) ser incorporadas a nuestra vida diaria como hábitos y no sólo aplicarse en la sala de clase.

Realizar esta práctica en forma cotidiana ayuda a mantener la vitalidad y el nivel de energía necesarios para lograr mayor conciencia y lucidez. Pero las técnicas son herramientas que sólo funcionarán si son efectivamente utilizadas. Nuestra Cultura gira en torno a su práctica, a sus técnicas. Son éstas las que dan solidez y consistencia a toda la propuesta, y la tornan viable.

Con el entusiasmo y la energía provistos por el entrenamiento sistemático y la incorporación de estos hábitos, uno comienza a sumar actividades y responsabilidades a su agenda. Aun así, siempre debemos evitar desplazar nuestra rutina de práctica por el peso de esas nuevas responsabilidades. Sin el apoyo de las técnicas, mantener ese ritmo adquirido probablemente comenzará a ser agotador. Es la práctica la que nos brinda la energía que luego invertimos en nuestra cotidianidad.

Esa energía que se ha incrementado expande nuestra conciencia e incluso amplía nuestro tiempo. Si descuidamos la práctica, nuestra calidad y cantidad energética bajarán, la conciencia se contraerá y así también lo harán nuestro tiempo y capacidad de realización.


Por eso es indispensable desarrollar la costumbre e instalar el hábito de practicar cotidianamente. Practicar por la mañana es ideal y es lo que recomienda DeRose en sus libros. De no ser posible por la mañana, busquemos un momento cómodo durante el día. Si no encontramos el momento, entonces habrá que detenerse a reestablecer nuestras prioridades.

Consideremos el caso de un leñador que sólo dispone de unas horas para talar un gran árbol. Si él simplemente comienza de inmediato con la labor automática de talar, pasarán las horas y el árbol continuará en pie. En cambio, si dedica las primeras horas a afilar su hacha, las últimas horas serán suficientes para derribar el tronco. De la misma manera, debemos dedicar un momento diario a perfeccionar nuestra maquinaria.

Recordemos que, para incorporar hábitos, es clave la disciplina. No desde la represión, sino desde la reeducación y la autosuperación, y realizando los cambios a través del placer. Buscando en esos nuevos hábitos que queremos incorporar el placer del acto en sí mismo. Priorizando establecer el condicionamiento primero, para luego intensificar y perfeccionar el hábito.


Es impresionante observar los resultados logrados por aquellas personas que perseveran en la práctica y la incorporan auténticamente como un hábito, como parte de su rutina diaria. No porque sepan que les conviene, sino simplemente porque disfrutan de hacerlo.

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